Creador: Jean Amic.
Estado: Descontinuado. Aún podemos encontrar la versión reformulada de "La collection YSL".
Principales notas (...o a qué huele en mi): notas verdes heladas, musgo astringente y mineral y aldehidos.
Usos: Como todo clásico...requiere de un momento especial.
Duración y estela: media, en mi piel duró cinco horas siendo muy potente la primera.
Sentimientos que provoca: distancia y profesionalismo.
Los Chipre, sobre todos los antiguos, suelen
ser perfumes difíciles de llevar y que golpean con su acorde boscoso, ahumado y
potencialmente húmedo de tierra y minerales.
Un buen Chipre siempre poseerá una salida
cítrica y ligeramente floral con trazos verdes, haciendo alusión al aroma de tallos
frescos recién cortados o savia vegetal, que irán decantando en elementos
minerales y astringentes tan propios del musgo de roble. Un Chipre clásico es
profundamente unisex y, generalmente, potente.
Conocí Y
por “La collection YSL” que buscaba reacondicionar y relanzar los clásicos de
la marca, gracias a estas pesquisas me enamore de Yvresse , de Pour homme e Y, y
he tenido la suerte, por esos vericuetos del destino, de reunirme con ellos en
sus versiones vintage. No tengo conocimiento de haber olido Y, pues las mujeres
de mi familia siempre han amado los florales claros y acuáticos o bien los
orientales profundamente oscuros, han huido de los Chipre como de la peste, de
la misma manera que huyen de los gourmand; por ende, he desperdiciado mi vida
sin haber jugado con Madame Rochas, Miss Dior o Creation pero, Ysatis, Opium,
Ferré pour femme, Anaís Anaís o Kenzo d´eté han sido mis amigos desde hace
mucho tiempo…tampoco hay que ser mal agradecido y la naturaleza se equilibra
por si misma.
Cuando nos enfrentamos a un clásico, entramos
en un mundo donde los prejuicios deben ser dejados de lado en post de una
experiencia olfatoria diferente. Vestir un vintage es arriesgarse a usar una
fragancia que nunca será “políticamente correcta” y que, en muchas ocasiones,
será acompañada de un respingo de nariz por parte de quienes comparten nuestro
espacio. Los clásicos son potentes y aunque sean delicados en su composición,
como es el caso de Diorissimo, responden a un constructo de muchas y apretadas
notas, donde la sucesión de elementos apabulla o aturde; pero siempre se
adhiere a una idea abstracta de lo que la perfumería significaba en el contexto
histórico en el que dicho perfume fue lanzado.
La belleza de Y se sustenta en la frialdad
metálica de sus componentes, ligeramente punzantes y arrolladoramente verdes.
He leído que algunos lo comparan con Givenchy III, hace mucho que no huelo ese
Chipre por ende, no podría opinar al respecto, pero si puedo sostener que su aroma
helado y seco posee un aura de seguridad y distanciamiento que va decantando en
un licoroso avinagrado y poderosamente aldehidico. En la actualidad podría
estar considerado como un perfume “fuera de moda” e incluso de un “mal aroma” pues
nuestra tendencia polar nos lleva a categorizar las cosas entre escalas de
valores donde lo “bueno”, está más cerca del cenit y el “malo”, es el que más
se aleja de el. Los aldehidos musgosos no tienen cabida en los concepción
actual de la perfumería, más que desde su categoría de clásicos angulares de la
casa a la que pertenecen.
Cada vez que hablamos de perfumes antiguos, me
gusta considerar estos aromas como elementos tan perfectamente unidos que sus
estructuras olfativas traspasan los gustos más allá de las grandes mazas
consumidoras de bienes desechables y perfumes dulzones de algodón de azúcar y
chocolate. Un perfume clásico es un concepto universal basado en la época en
que vio la luz, es delicado y profundamente pensado, pues responde a un
concepto basado en la elegancia, prestigio e imagen que se desea proyectar y
está el hecho de que cada casa producía lanzamientos cada tres, cinco o más
años y no al equivalente de un bombardeo comercial, tan propio de los
fabricantes de hoy.
Pero volvamos a Y, su salida verde y
ligeramente cítrica floral, gracias a las notas herbáceas, madreselva y toques
frutales, es devorada por la aspereza vegetal del gálvano que, sumada a la
adición de aldehidos, le dan un aspecto helado y profundamente rudo. Y es un
perfume de lejanía, que busca marcar distancia…siempre me ha parecido similar a
Madame Rochas o tal vez, la impresión que subyace tras estas dos fragancias
(una mujer moderna, profesional y segura de si misma), me ha predispuesto a
pensar así…mal que mal, en perfumería, toda descripción es subjetiva.
La adición del nardo y las flores que le
acompañan, en su fase media, unido al musgo de roble, que siento desde casi
iniciada su evolución, no hacen más que aumentar este carácter astringente,
áspero y frío que golpea desde el primer inicio; esta sensación perdura, al
menos a dos horas de aplicado, manteniendo su aroma astringente y verde, no tan
extremo como Aromatics Elixir, pero suficientemente notorio. Hacia el final de
su evolución, cuando el aldehido floral y el musgo mineral han salido de escena,
aparecen los ingredientes más cálidos e Y se acomoda en la posición suave de un
perfume de época, donde los elementos licorosos y aterciopelados, juegan un rol
de base y se posicionan en una estela cálida y suave con rastros abrigada agritud.
Si tuviese que describir su aroma en pocas
palabras: notas verdes y vegetales penetrantes, como al tallo de algunas
plantas, sumados a aldehidos potentemente metálicos y para nada polvosos y musgo
de roble mineral y frío. Huele a bosque helado tras una lluvia a finales del
verano.
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