sábado, 9 de enero de 2016

Femenité du Bois de Shiseido y un guiño a Serge Lutens....o el placer de estar consigo mismo.

Año de lanzamiento: 1992
Creador: Pierre Bourdon y Christopher Sheldrake
Estado: hoy es posible adquirlo bajo la firma de Serge Lutens, reformulado.
Principales notas (…o a qué huele en mi): ciruela con miel (un acorde similar  a un licor), talco de rosas, cremoso de clavel con jazmín, comino y madera dulce (parecido a las notas de la tonka, que no posee).
Estados que provoca: paz, relajación, belleza sublime. Introspección, es un perfume para estar y disfrutar consigo mismo. Nostalgia.
Usos: Invernales, su suave calidez abriga demasiado fuerte para ser usado en días cálidos.
Duración y estela: Moderados (ambas versiones), en mi piel su duración alcanza las 5 horas siendo muy potente la primera.



 Comprender y, por sobre todo, amar una fragancia tan frágil y robusta a la vez como lo es Femenite du bois de Shiseido, es necesario adentrarse en el pensamiento y la estética de un país como Japón. Esta cultura se sustenta en una forma de ver el arte que se ha cultivado a través de los siglos y, a diferencia del occidental, se mantiene incorruptible a la moda o al paso de los años; en su concepción del arte y de la artesanía, cada elemento es importante, desde lo más simple se adquiere lo más complejo y, por medio de la excelencia de lo pequeño, se adquiere la maestría de lo grande.

“Nadie emprende
este camino salvo
el crepúsculo de otoño” (Bashô 1689)


Hace poco calló en mis manos una novela de la escritora  de origen japonés Gail Tsukiyama llamada “Sumotori”, en ella el narrador nos cuenta la historia de dos hermanos: Hiroshi y kemji, el primero dedicado al sumo y el segundo a la fabricación de máscaras de teatro Noh. Con una belleza sutil, propia de este pueblo, las páginas del libro nos hacen sentir la pasión de los aromas (hay un fragmento en que Kenji huele las virutas de ciprés que salen al tallar las máscaras) y tambien, de las pequeñas diferencias que convierten un trabajo en una obra de arte. Aspiro “Feminite du Bois” y pienso en eso,  pero también en el movimiento casi imperceptible de la muñeca con que Sayuri, la protagonista de "Memorias de una Geisha", sirve el té al Coronel que la desea con pasión. Un instante perfecto, que dura una fracción de segundos, pero  que ha sido hecho con la maestría de un oficio que toma años en ser aprendido.

Femenite es sutil y a momentos casi imperceptible, pero deja su huella indeleble en aquellos que poseen la suficiente sensibilidad para apreciarlo. Ciruela profunda oscura y madura, junto a acordes florales delicados llenos de puntos leñosos, nos hacen recordar que estamos ante una fragancia de las que ya no son concebidas. Todo en ella es delicadeza, no hay estridencia en sus notas, ni puntos fríos o golpes inesperados, no es dulce y sus especias están los suficientemente equilibradas para configurar un oriental tenue y profundamente mágico. A momentos me recuerda a Arabie, una obra maestra de Lutens (Tanto Sheldrake como Grojsman y Ropion, son mis perfumistas favoritos), en algunos puntos a Jungle de Kenzo y en otros, a Femme de Rochas, con quien comparte un salida frutal almizclada y especiada que le da una robustez  sobrecogedora.

Si pudiésemos resumir esta fragancia podríamos mencionar tres acuerdos fundamentales salida frutal-floral alcohólica, corazón especiado-picante cálido y una base leñosa- dulcemente profunda. Al inicio notas de ciruela, algo de melocotón con miel y trazos de jengibre, luego rosas antiguas algo polvosas, puntos secos del clavel y jazmín lactónico que le otorgan un aspecto cremoso, se encuentran con madera de cedro, presente de principio a fin, toques de comino (aunque bien podría ser la nota de un cardamomo muy ligero), clavo narcótico, canela picante, sándalo verde y ahumado que va decantando, hacia el final de su estructura olfativa, con puntos de almizcle que asemejan la caricia de una suave piel. Por pesada que nos pueda parecer su salida, que también me trajo remembranzas a Poison vintage de Dior,  su secado se transforma en campanas de viento movidas por la primavera; puede parecer demasiado la primera vez pero a la segunda va decantando en la calma de una plegaria sintoísta.

Tuve la suerte de encontrar una miniatura vintage de Shiseido y compararla con la visión actual de Serge Lutens y aunque conservan el mismo ADN, no notándose la diferencia, no pude evitar la sensación de estar frente a una obra de arte que ha sido reproducida mecánicamente; mientras el Shiseido es una obra de arte hecha a mano, el Lutens es la misma obra de arte pero construida por una máquina. Admito que esta pueda ser sólo una impresión romántica, la perfumería da para desvaríos emocionales, pero al Lutens carece del corazón cálido que es la mejor característica del Shiseido.

En cuanto a notas la diferencia fundamental está en el equilibrio de ambas, mientras en el original las especies estan balanceadas sútil y grácilmente, en la versión firmada por Lutens existe una pesadez en las mismas que podría generarse debido a la adición de sustitutos sintéticos a su fórmula, recordemos que esta es una fragancia llena de elementos restringidos por la IFRA, el clavo y el cardamomo no poseen tanta delicadeza, sin embargo, en su salida y en su secado, las diferencias solo pueden notarse hilando muy fino.

Basta decir que ambos son unas joyas exóticas, distintas y bellas de principio a fin.


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